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Imagine All the People: hacia un movimiento de ciudadanos del mundo

Fecha de creación

Sábado, Enero 28, 2012 - 05:00

¿Cómo cambiar el mundo?

Quienes se preocupan por la peligrosa fractura del desarrollo mundial se plantean esta pregunta con una urgencia cada vez grande. Las instituciones dominantes se han mostrado timoratas o demasiado corrompibles como para afrontar los desafíos ambientales y sociales de nuestros tiempos. Para encontrar una respuesta adecuada tenemos que imaginar, en su lugar, el despertar de un nuevo actor social: un movimiento de ciudadanos del mundo (MCM) coordinado, luchando en todos los frentes por una civilización planetaria justa y sustentable. Las campañas existentes de la sociedad civil siguen estando fragmentadas y, por consecuencia, carecen de la potencia necesaria para influir sobre una transformación holística. Para crear una visión alternativa y una estrategia eficaz para realizarla, la conciencia y la acción deben elevarse al nivel de un MCM. Proponemos una nueva campaña de organización, con el objetivo explícito de catalizar esta agentividad histórica. Este esfuerzo se ampliaría y diversificaría en un “círculo creciente”, adaptándose a las circunstancias cambiantes a medida que fuera evolucionando. De entrada, un proyecto de esta índole debe promover una política de confianza, orientada a equilibrar la unidad y el pluralismo sobre el camino de nuestro futuro en común.

Nuestro desafío magistral

Hace una década, la Carta de la Tierra sonó como un llamamiento para “unir nuestros esfuerzos para dar nacimiento a una sociedad mundial sustentable, basada en el respeto de la naturaleza, de los derechos universales del ser humano, la justicia económica y una cultura de la paz”. En los años siguientes, la sucesión de crisis que repercutió a través del campo mundial – y estudios que nos previenen sobre peligros aún mayores que tenemos delante – ha redoblado este imperativo histórico de “unir nuestros esfuerzos”. La cuestión candente ya no es “si” o “cuándo”, sino “cómo”. ¿Qué tipo de acciones audaces pueden construir un régimen mundial para nuestro mundo interdependiente y nuestro futuro común? Los cimientos históricos de la unidad potencial se basan en un entrecruzamiento de las personas, la naturaleza y las generaciones en un largo tejido de conectividad económica, cultural y ambiental que nos une en un sistema socio-ecológico globalizante. En la Fase Planetaria de la Civilización, la humanidad y la Tierra se han convertido en una comunidad de destino único. Nos hallamos en medio de una transición turbulenta, del mundo de antes hacia una forma de sociedad mundial, sin que los individuos, las comunidades o los países puedan encontrar una salida ni una solución separada. El cambio produce muchos problemas transnacionales de mal augurio – cambio climático y degradación del ecosistema, inestabilidad económica y conflictos geopolíticos, opresiones y migraciones masivas – que, de no ocuparnos de ellos, podrían arrastrarnos hacia futuros muy sombríos. A pesar de todo, aún tenemos tiempo de evitar ese futuro que se nos propone, pero no será una tarea fácil. Para trazar un sendero hacia una salida más feliz es necesario que surjan rápidamente modos de reflexión y de acción a la medida del profundo desafío que plantea la transición mundial. Nuestra preocupación, nuestra responsabilidad y hasta el sentido mismo de quiénes somos, deben traspasar las barreras del espacio y del tiempo para abarcar a toda la familia humana, a la ecosfera y a quienes aún no han nacido. Nos encontramos en un momento de la Historia que está sembrado de peligros, pero también de promesas, si logramos unirnos en un proyecto común: el de crear una cultura de la solidaridad y una política de la confianza en el seno de un movimiento que apunte a construir instituciones democráticas por la paz, la justicia y la sustentabilidad. Propuestas y resumenes

Ha llegado el momento de un movimiento de ciudadanos del mundo

Los movimientos populares que han fundado los Estados-naciones en el transcurso de los últimos siglos han desarrollado identidades nacionales predominantes que engloban a las comunidades preexistentes. En la Fase Planetaria necesitamos una forma aún más incluyente de conciencia y de asociación: un abanico cultural y político mundial unido bajo la bandera Tierra. Cierto es que ya puede observarse la prefiguración de un movimiento de este tipo en el creciente coro de ciudadanos asociados que reivindican un cambio fundamental. Organizaciones e individuos trabajan de manera asidua sobre todo el arsenal de problemas ambientales y sociales a los cuales se ve confrontado el mundo. Los grandes encuentros anuales del Foro Social Mundial, las protestas mundiales en contra de la guerra de Irak, los movimientos mundiales por la justicia social y ambiental y las campañas coordinadas para influenciar en la política internacional son las expresiones concretas de preocupaciones públicas crecientes. Sin esa perseverancia, el mundo podría encontrarse en un estado aún más degradado. Eso no quita que los objetivos ligados a causas precisas limitan la capacidad de la sociedad civil para actuar sobre los motores estructurales subyacentes de nuestro mundo en crisis, y que las divisiones organizacionales debilitan su influencia colectiva en el sentido del desarrollo. Aunque sean loables, las acciones parciales y dispersas, puestas una tras otra, son insuficientes para abrir un nuevo camino para el futuro del mundo. En ausencia de una visión y una estrategia globales, el deterioro sistémico a una escala mayor neutraliza los minuciosos avances en localidades precisas y en temas particulares. El crecimiento de la sociedad civil de estas últimas décadas ha abierto la vía para un movimiento mundial más coherente...y ha puesto de relieve su necesidad. La transformación mundial necesitará el despertar de un nuevo actor social: un amplio movimiento de ciudadanos del mundo que exprese una identidad supranacional y construya nuevas instituciones para una era planetaria. Dicho movimiento de ciudadanos del mundo (MCM) trabajaría en todos los frentes e integraría las distintas luchas por el medioambiente y la justicia, así como también otras tantas cuestiones diferentes que se derivan de un proyecto común. Aunque la idea y la práctica de una ciudadanía mundial se están difundiendo, un MCM coherente que comprometa a unos y otros masivamente sigue siendo inminente y está listo para nacer. Dar vida a ese actor determinante que está faltando por ahora en la escena mundial es la próxima etapa de la evolución del militantismo de la sociedad civil. Arraigado en los principios enunciados en la Declaración de Derechos Humanos de la ONU, la Agenda 21, la Carta de la Tierra, la Great Transition Initiative y muchos otros documentos, un MCM, indispensable, promovería una cultura de paz y de no violencia y alimentaría los valores cada vez más difundidos de la solidaridad humana, la resiliencia ecológica y la calidad de vida. Con adherentes unidos en torno a una identidad compartida de ciudadanos de una cultura y de un régimen mundial nacientes, un MCM englobaría una diversidad de perspectivas y de movimientos en tanto expresiones separadas de un proyecto común. La mejor forma de ver el MCM es la de un levantamiento político y cultural policéntrico, más que una entidad única organizada. Así pues, podemos aprender de los movimientos pasados -los movimientos de los derechos civiles y sindicales en Estados Unidos, por ejemplo- que presentaban formas de organización múltiples y centros de influencia dispersos, trabajando todos hacia objetivos ampliamente compartidos. Asimismo, la evolución probable del MCM será la de una ecología social compleja de asociaciones oficiales e informales en un marco general de identidad y finalidades compartidas. El MCM constituiría un crisol para crear la visión, la confianza y el proceso democrático que conformarían las bases de la sociedad mundial buscada, y una experiencia permanente explorando maneras de actuar juntos en el camino de la civilización planetaria.

La estrategia del “círculo creciente”

¿El MCM puede cristalizarse a tiempo y en la escala necesaria? Sería alentador creer que la cohesión necesaria surgirá espontáneamente, con poca dirección proactiva. Pero nada permite garantizarlo -y una vez mal planteada, la posibilidad de una autoorganización de abajo hacia arriba implica el trágico riesgo de una ocasión desperdiciada-. En efecto, en el pasado, los movimientos por un cambio sistémico, tales como los que forjaron los Estados modernos o los que lucharon por los derechos laborales, desplegaron esfuerzos deliberados para unir reclamos heterogéneos y a los movimientos que los componían y entrecruzarlos juntos para generar una formación que los englobara a todos, dándoles una voz en común. De igual modo, desencadenar el potencial latente de un movimiento mundial popular requiere de un esfuerzo concentrado y dirigido. Nosotros proponemos entonces el lanzamiento de una nueva iniciativa de organización, con el objeto de canalizar un MCM. La gran complejidad y la extensión de este proceso requerirán de un esfuerzo sostenido y una estrategia adaptativa, una campaña evolutiva que atraviese las regiones y las temáticas en “círculos crecientes”. Para facilitar su referencia, llamaremos a esta iniciativa, por el momento anónima y todavía no formada, el “círculo creciente (CC)”. El CC incluiría a incontables individuos y organizaciones con el compromiso de articular una conciencia planetaria compartida y coordinar sus acciones para suscitar una simpatía pública y tener peso en las tomas de decisiones. Para prosperar en las condiciones actuales, un proyecto de este tipo tendrá que estimular el sentido de un objetivo común y promover una coordinación que no comprometa la autonomía de sus organizaciones aliadas. De este modo, no sólo respetaría la diversidad, sino que alentaría las distintas perspectivas necesarias para alimentar la creatividad y profundizar la comprensión. Más que una monocultura mundial que neutralice la especificidad de los esfuerzos localizados y de las temáticas precisas, se trataría más bien de vincular a las personas y los grupos que trabajan sobre un abanico que va desde lo local hasta lo mundial en un proceso de co-creación, buscando siempre equilibrar los principios, de igual validez, de pluralismo y de unidad. A través de su evolución y sus adaptaciones, la misión del CC seguiría siendo la misma: hacer avanzar un movimiento plural y cohesivo en pos de una gobernanza mundial democrática, de justicia y de sustentabilidad. Las líneas de actividad del CC incluirían, en primer lugar, dar a entender el movimiento de ciudadanos del mundo gracias a plataformas on line muy elaboradas que favorecerían un diálogo amplio, apuntando a establecer una solidaridad entre componentes geográficamente dispersos y culturalmente diversos. En segundo lugar, el CC construiría una base de conocimientos que reúna trabajos e investigaciones pertinentes para sacar a la luz las visiones mundiales viables y las estrategias para realizarlas. En tercer lugar, el CC alentaría a la ciudadanía mundial desarrollando y difundiendo símbolos eficaces y objetos culturales. En cuarto lugar, el CC promovería acciones y campañas justas organizadas por los demás, montando también sus propias iniciativas para hacer avanzar al movimiento de ciudadanos del mundo en tanto agente de cambio sistémico. El modelo “círculo creciente” prevé un proceso de desarrollo organizativo por etapas, empezando con un grupo relativamente pequeño de personas comprometidas, apoyado por redes informales de individuos y organizaciones. Mientras realiza sus actividades, el círculo inicial desarrollaría también una estrategia para ampliar el círculo una primera vez, y así nuevamente en cada etapa consecutiva. Así pues, la organización haría una pausa periódica para evaluar, ajustar y reorganizase para ir hacia un círculo más grande y un programa enriquecido. Este proceso produciría una estructura de organización cada vez más compleja, comprometiendo polos en todas las escalas, de lo local a lo mundial, que atravesarían el gran abanico de las temáticas. El marco filosófico del Círculo Creciente y los términos del compromiso irían puliéndose en el camino, a medida que avance la apropiación por parte de nuevos círculos de su perspectiva y su organización evolutivas, siempre en el respeto de los principios democráticos de inclusión, participación, subsidiariedad y transparencia. En un momento determinado, el CC podría confundirse con el movimiento de ciudadanos del mundo o convertirse en un elemento de su totalidad, o incluso, quizás, mantener su papel singular de catalizador. Para construir y ampliar el CC habrá que superar los modos convencionales de organización y evitar en particular los escollos ideológicos polarizados de una centralización de arriba hacia abajo y de la autoorganización de abajo hacia arriba. El Círculo Creciente debe buscar una tercera vía: una cultura política que refleje en la práctica su comprensión del mundo contemporáneo como danza dialéctica entre el todo mundial y sus partes integrantes. Para ello habrá que desarrollar formas de gobernanza interna para responder de manera eficiente a las cuestiones de organización que son irreductiblemente mundiales, dejando todo lo demás en manos de la deliberación y las elecciones de las entidades que lo componen. Claro está que el conjunto de las cuestiones consideradas de interés mundial compartido será sin duda objeto de debate político y de polémica entre los partidarios firmes de una unidad mundial y los promotores igualmente firmes de una autonomía submundial. La evolución efectiva del Círculo Creciente hacia una cultura interna de confianza y democracia para resolver esas tensiones será una medida de referencia de su potencial para jugar un papel de agente de transición, e incluso de la posibilidad misma de una civilización planetaria sostenible.

Conclusión

En el presente siglo, para bien y para mal, el largo proceso de evolución social ha alcanzado la Fase Planetaria y la forma de nuestro futuro se verá determinada por las maneras en que cultural y políticamente nosotros respondamos a los desafíos de la transición. Las perspectivas de pasar a un mundo decente se basan en la capacidad de la conciencia y de la acción humanas para mostrarse a la altura de nuestro actual desafío existencial. Todavía tenemos tiempo, pero se está haciendo tarde. Hoy más que nunca, necesitamos los esfuerzos del pasado: las campañas por los derechos, la paz y el medioambiente; la investigación científica sobre el cambio mundial; proyectos pedagógicos y de conciencia pública; los esfuerzos locales de vida sustentable. Todo eso es necesario, pero insuficiente para la transición fundamental y sistémica hacia un mundo justo y sustentable de desarrollo mundial. También necesitamos de manera urgente la coalescencia de un movimiento popular plural de ciudadanos comprometidos en todas partes del mundo, un movimiento que reúna y junte esos múltiples temas y proyectos en una visión y una estrategia holísticas. El movimiento de ciudadanos del mundo sería el agente autoconsciente que realizaría la transición hacia una civilización digna de ese nombre, una respuesta a la pregunta que en todas partes plantean labios preocupados: ¿qué puedo hacer? Proponemos el Círculo Creciente, un nuevo esfuerzo de organización para nutrir su formación. Más que un esquema rígido, la estrategia del Círculo Creciente se plantea más bien crecer por oleadas sucesivas, adaptándose a las circunstancias cambiantes a medida que se amplía y se diversifica. Sus constantes se basarían en su apego a la visión de una sociedad mundial justa y sustentable; su compromiso por una política de confianza, de tolerancia y de respeto mutuo; y su búsqueda permanente de maneras de equilibrar pluralismo y unidad en camino hacia un solo mundo con muchos lugares. El momento es propicio. La famosa aseveración de Margaret Mead – “Nunca duden de que un pequeño grupo de ciudadanos pensantes y comprometidos pueda cambiar el mundo. En efecto, siempre fue de este modo que el mundo cambió” – amerita una advertencia: el momento debe estar maduro. En nuestro momento ya demasiado maduro, pequeñas acciones pueden tener grandes consecuencias, liberando formas latentes de conciencia y de asociación política. Como el movimiento de ciudadanos del mundo es el actor clave que le falta al drama de nuestro tiempo, hay que abocar ahora nuestra atención a la tarea de darle vida. En un espíritu de esperanza y confianza, ha llegado la hora de actuar -con una intención explícita y proactiva en nombre de la Tierra y de todos sus seres- el papel de nuestra vida.

Esta Perspectiva fue redactada por Paul Raskin, Director de la GTI y del Tellus Institute. Se vio enriquecida por comentarios de los participantes de la GTI, demasiado numerosos como para nombrarlos aquí. Un anteproyecto había sido preparado anteriormente por Josep Lluis Ortega y Orion Kriegman, en consulta con Cimbria Badenhausen, Jim Barton, John Buck, Luis Gutierrez, Smilja Jankovic, D.H. Strongheart y E.J. Wensing. En el momento en que la GTI debatía la estrategia del Círculo Creciente presentada en esta Perspectiva, se formaba una alianza concreta en CC entre los líderes de la Carta de la Tierra, la Alianza Pachamama, el movimiento Ciudades en Transición, el Club de Budapest, el Foro por una Nueva Gobernanza Mundial, la GTI y otras organizaciones. En los próximos meses, invitaremos a otros a unirse a esta movilización, entrando en el círculo para ampliar su alcance . ¡Piense en la posibilidad de unirse a la GTI!

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